lunes, 3 de junio de 2013

Cañon del Sumidero

Existe la bella y conmovedora tradición sobre el suicidio colectivo chiapaneca. Se dice que en el proceso de conquista de su región se dio una heroica batalla donde prácticamente se acabó la población, no porque los españoles les hayan dado muerte sino por la decisión propia de los chiapanecas de quitarse la vida antes que aceptar la dominación.
Advertidos los conquistadores de la dificultad de someter a estos valientes indígenas, iban muy bien armados. Comandados por el capitán Diego de Mazariegos - quien llegó a Chiapas en 1528 por órdenes de Hernán Cortés, cuatro años después que el capitán Luis Marín - , los españoles eran numerosos y contaban con caballos, piezas de artillería e indígenas mexicas y tlaxcaltecas que traían desde Tenochtitlán. A esta fuerza se añadió el apoyo de varios pueblos vecinos, enemigos de los chiapanecas. Estos últimos les hicieron frente y pelearon con su característica bravura arrojando flechas, lanzas, piedras. Se habla de que las tropas españolas tuvieron bajas importantes, pero debido a su superioridad en armamento y número de comatientes, obligaron a los chiapanecas a refugiarse en su ciudad principal. Se refiere que ésta se encontraba cerca del Peñón de Tepetchía, en el cañón del Sumidero, resguardada por las imponentes y verticales paredes rocosas que conforman la cañada. Ahí se libró la última y célebre batalla.
 
Al encontrarse francamente perdidos y cercados por el enemigo, familias enteras de chiapanecas se arrojaron desde la cima del precipicio y cayeron en las aguas del río, que se teñían de rojo, optando por morir antes de sucumbir a la dominación. Ante este hecho, el capitán español, conmovido y aterrado, hizo cesar el fuego y rescatar los pocos sobrevivientes.
Dice un extenso poema épico de Galileo Cruz Robles, escrito en 1928, sobre la batalla del Sumidero :
Es el Chiapa, su esposa y el producto de aquel amor que fue grande y sincero y que al perder el último reducto se arrojan con valor al Sumidero!
Y mientras tanto, sigue el sacrificio de aquel grupo de héroes y bravos que prefieren lanzarse al precipicio a la vergüenza de vivir de esclavos.
Cuentan que los pocos sobrevivientes chiapanecas de la numerosa población fueron llevados a las orillas del río para fundar un nuevo pueblo : Chiapa de los Indios, hoy conocido como Chiapa de Corzo, y sus descendientes son los chiapacorceños. Esta famosa batalla quedó para siempre en el blasón de armas que el empredaor Carlos V concedió en 1535 a Chiapa de los Españoles, fundada en 1528 por el conquistador Mazariegos y que actualmente es San Cristóbal de las Casas. Por existir estas dos ciudades coloniales, se derivó de Chiapa el plurar "Chiapas", nombre actual del estado.

La Campanona y la Campana de Agua

En el campanario de la Iglesia de Santo Domingo se aprecia la presencia de una gigantesca campana que los religiosos llaman la campana mayor.
Dicen que cuando se terminó la Iglesia, tanto los religiosos como la población, encargaron la fundición de las campanas que requería el hermoso campanario. La construcción de la campana mayor y otra más pequeña se realizó en Centroamérica y cuando estuvieron terminadas salió la comitiva con la intensión de llevarlas a su destino final. De Guatemala a Chiapa de Corzo, en aquellos años duró varios meses, se sabe que ya en tierras chiapanecas atravesaron el Río Grijalva en el lugar más estrecho del mismo, conocido como la Angostura, en donde ahora se encuentra la presa que lleva ese nombre y precisamente en ese lugar, por desgracia, la campana más pequeña se desprendió de sus amarres y cayó en el río. En ese mismo intstante las aguas se encresparon, se apreció un enorme remolino y se formó una gran laguna, que se conoció con el nombre de Chuquiyaca. Como no fue posible rescatarla, los comisionados continuaron su camino a Chiapa de Corzzo.
Para subirla al campanario se construyó una rampa de madera de cuadra y media y con grandes rodillos la fueron jalando. El eje se hizó del corazón del árbol de chico zapote y actualmente está amarrada con cadenas de gruesos eslabones por su peso. El badajo original era de oro y la aliación se hizo de cobre, bronce y oro. Los fundadores la bautizaron y así está grabado en ella, con el nombre de Teresa de Jesús. Cuando ocupó su lugar y se le hizo repicar, su sonido se dejó escuchar a gran distancia.
El badajo actual ya no es de oro, pues un sacerdote se lo llevó y le puso otro de fierro, con el que la campana perdió mucha sonridad. Se le conoce como “la campanaria”.
La leyenda sostiene que la campana que se quedó en el río, repica desde el fondo del agua y sus repiques se escuchan desde lejos. Eso sucede, dicen unos a media noche, otros que en noches de luna llena. Ahora esta campana se conoce como la Campana de Agua. Los que escuchan sus repiques se sientes afortunados y elegidos de Dios.

El Misterioso reloj de Chiapa de Corzo




Chiapa de Corzo es una pequeña ciudad situada en el centro del estado mexicano de Chiapas, en el sureste del país. A 15 km del centro de Tuxtla Gutiérrez, está conurbando con él.
La ciudad es destacada por la arquitectura y la música, además del folcklor. y no solo eso siendo un pueblo con mucha historia podemos encontrar  una variedad de leyendas que se cuentan en sus alrededores algunas de estas son las de acontinuacion.

Esta historia se da lugar en Chiapa de Corzo en la primera mitad del siglo XVII, donde vivía don Alberto Cerda, un rico terrateniente. Jacinto López, su principal criado se encontraba en un estado de salud delicado, y se encontraban esperando su fallecimiento, y así fue, dejando bajo la tutela de don Alberto a su hijo José. El niño fue criado con ciertos privilegios sobre los demás muchachos de la hacienda, de los cuales doña Caridad, esposa de don Alberto, nunca quiso que le fueran dados al pequeño, y a que ella era despiadada y arrogante. Y eso no era todo, pues el matrimonio tenía una hija llamada Concepción, que contaba con la misma edad que José.
Pasado el tiempo, ambos muchachos crecieron, José seguía de criado y Concepción que cada día era más linda, encerrada en su casa. Su único paseo era el que hacía con su papá por las márgenes del río, llevando a José como remero.
El muchacho se enamoró de ella, don Alberto estuvo de acuerdo con el noviazgo, pero no así doña Caridad, y no teniendo a nadie de la casa de su parte, buscó la ayuda de un joven rico y tenorio del pueblo, Fernando Gutiérrez, el cual según doña Caridad siempre había deseado cortejar a su hija, y sin pérdida de tiempo le propuso que se llevará a Concepción lejos de la hacienda y la amara, así todo terminaría con el casamiento de ambos jóvenes.
Fernando tuvo la oportunidad de cometer su fechoría, pero ésta no salió como lo habían planeado, pues resultó que la muchacha se defendió, y este al sentirse despreciado e impotente, sacó un puñal y lo clavó en el pecho de la joven. Cuando recapacitó de lo que acababa de hacer, corrió al lado de doña Caridad con una mentira, diciento que Concepción prefirió morir antes que traicionar a José y que sorpresivamente le sacó el puñal que siempre llevaba en su cinto y antes que pudiera evitarlo, se partió el corazón.
Doña Caridad, que nunca esperó esta tragedia, lo único que hizo fue arreglar un nuevo trato, en donde le echaba la culpa de la muerte a José, quien fue juzgado y condenado a morir en la horca, exactamente cuando el reloj de la plaza tocara la primera campanada de las doce de la noche. Por su parte don Alberto, que se encontraba deshecho, descargaba toda su ira en el infeliz de José, creyéndolo, de igual modo, culpable.
Llegado el día de la ejecución, toda la gente del pueblo se congregó en la plaza, y al llegar la hora, las manecillas del reloj marcaron las doce de la noche, pero jamás se escuchó ninguna campanada. El pueblo de Chiapa vio asombrado que los minutos transcurrieron si que las campanas sonaran. Así el reloj salvó la vida de José.
Fernando, que hasta entonces presenciaba la ejecución, de repente enloqueció y comenzó a gritar: “Yo la Maté”, “Yo la maté”, al mismo tiempo que acusaba a doña Caridad como su cómplice.
Días después, en lugar de José, Fernando fue colgado y doña Caridad encerrada por cómplice.
Aparentemente todo volvió a la normalidad en el pueblo, pero sus habitantes recordarían aquella noche del 9 de agosto, en que el misterioso reloj de la plaza de chiapa había salvado a un hombre inocente.